jueves, 30 de junio de 2022

Poesías de mi padre, Domingo Giménez Martínez

Mi padre trabajaba junto con mis tíos Natalio y Paco en el negocio minero de mi abuelo Domingo. 

No había estudiado más allá de los primeros años de la escuela, lo que era lo normal en la época en que transcurrió su infancia (nació en 1922) y en el entorno social en que le tocó vivir (trabajando desde muy temprana edad en los negocios de mi abuelo). 

A los 52 años empezó a escribir poesía de carácter popular, dedicada principalmente a las tierras que conoció y donde vivió (especialmente La Unión) y a amigos y familiares. 

En el aspecto literario (como en tantos otros) me influyó, iniciándome en las letras mineras. 

Dejo aquí unos pocos ejemplos de sus poesías.

Esta Elegía a La Unión es la primera que tengo constancia que escribiera, en el verano de 1974:

Montes, sol y minas
es el paisaje en La Unión;
algo que nadie imagina,
todo creado por Dios.

Minas con pozos profundos
donde los mineros bajan,
y a la luz de los carburos
cantando sus penas trabajan.

Tierra de hombres bravíos
y de mujeres sufridas,
que si vuelve a casa maltrechos
ellas curan sus heridas.

Este es el lecho que busco
para mi cuerpo cansino,
esta es La Unión que me acoge
bajo su manto divino.

Según dice en unos versos A Manuel Adorna (premio nacional de flamenco por su programa Flamenco a cucharadas), fue este el que le infundió el gusanillo de escribir poesía:

Manolo, en mí despertaste
el arte de la poesía.
Creo que debiera matarte,
pues yo tranquilo vivía
y ahora soy un desastre.

Te tengo que contestar
a unos versos que me hiciste.
En una sima me hundiste;
yo no me puedo enfrentar
con un Premio Nacional.

Si del flamenco se trata
tengo un amigo en La Unión
que es la ciencia depurada,
en este arte el mejor,
que nos lo dio a cucharadas.

Eres, Manolo, en flamenco
lo que yo soy en el tute,
y a los dos nos puede pasar
que nos encierren como al Lute,
y nuestra ciencia acabar.

Y unos pocos ejemplos más. Este Al caballo de malacate:

Caballo de malacate
que giras en remolino
a desandar el camino
haciendo como un regate.

¡Cuánta nobleza se encierra
en ese cuerpo maltrecho,
que a tu figura le han hecho
un monolito en la sierra!

Lleva las ancas salientes,
con la cabeza agachada;
lleva en la frente marcada
la estrella de los valientes.

Fue tan grande tu valía,
animal por noble y bruto,
que yo te rindo tributo
con esta humilde poesía.

Y algunas letras mineras:

Dadme la pala y el pico,
el capazo y el legón;
a la luz del carburico
yo pretendo hacerme rico
escarbando en un filón.

Yo vengo de Cartagena
a las minas de La Unión,
a cortar rica galena
pa mercarle a mi morena
un refajo y un mantón.

Cuando me voy a la mina
espanto el miedo cantando;
mi mujer que lo adivina
un beso me da en la esquina
y un adiós disimulando.

De la noche nace el día,
de la mina la escombrera,
del pozo la galería,
del minero la minera
y del poeta poesía.

Con tres golpes de atención
pide el martillo de aviso
que bajen el esportón
para sacar a un peón
aplastado por un liso.


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